Mi nombre es Lennart Portela y en mayo de 2016, mi abuela fue diagnosticada con demencia. Dicho esto, demos un paso atrás.
Me gradué como enfermero en 2015 y desde el principio ejercí en una compañía de hospicio, asistiendo y ayudando a los pacientes a disminuir los síntomas relacionados con su diagnóstico, en la comodidad de su hogar.
Durante este tiempo, pude observar la necesidad que tenían la mayoría de estos pacientes de tener alguien que los asistiera en los quehaceres básicos de sus hogares, como la higiene, la preparación de alimentos, tomar un baño, entre otros.
Pero no fue sino hasta que mi abuela fue diagnosticada con demencia que pude vivir y experimentar lo complejo de esta situación, así como la montaña rusa emocional por la que se transita.
Por supuesto que mi madre y yo deseábamos atenderla directamente, pero la realidad era que ambos teníamos muchas responsabilidades y no nos era posible poner todo en pausa.
Así que comenzamos a buscar opciones, teniendo claro que la prioridad era que mi abuela siguiera en casa. Yo sabía de la existencia de este servicio debido a mi profesión, por lo que pudimos contratar una agencia que enviaba una Home Health Aid (HHA).
Para nosotros era perfecto; la cuidadora se encargaba de las necesidades de mi abuela mientras nosotros trabajábamos y además le hacía compañía. Lo mejor era que, cuando llegábamos a casa, la encontrábamos bañada, con su cuarto recogido, ropa lavada y alimentada adecuadamente, tal y como se le indicaba a la HHA.
La cuidadora trataba a mi abuela como si también fuese su familia. Su dedicación, cuidado y esmero nos proporcionaban mucha satisfacción y tranquilidad.
Fue en ese momento, al sentir que era una bendición para nuestra familia gozar de un servicio tan cálido y familiar, que surgió la idea de convertirme en ese ángel de esperanza para otras familias que estuviesen experimentando situaciones similares
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